SANTO TOMÁS DE AQUINO
ESCRITOS POLÍTICOS
(Traducción de Juan Antonio Widow)
CAPÍTULO I LA CIENCIA POLÍTICA
Exposición sobre los diez libros Éticos a Nicómaco, de Aristóteles,
libro I, lección 1 (parágrafos 1 al 6):
1 Según dice el Filósofo al comienzo de la Metafísica, es propio del sabio ordenar. Es así porque la sabiduría es la principal perfección de la razón, cuya propiedad es la de conocer el orden. Ya que, aunque las potencias sensitivas conozcan algunas cosas en absoluto, corresponde sin embargo sólo al intelecto o razón conocer el orden de una cosa con respecto a otra.
Se encuentra un doble orden en las cosas. Uno es aquel que existe entre las partes de un todo o una multitud, que se ordenan recíprocamente, como las partes de una casa. Otro es el orden de las cosas a un fin. Y éste es principal, pues es primero. Como dice el Filósofo en el libro XI de la Metafísica, el orden recíproco de las partes de un ejército tiene su razón de ser en el orden de todo el ejército a quien lo dirige. Por otra parte, el orden está referido a la razón de cuatro maneras distintas. En primer lugar, hay un orden que la razón no produce, sino sólo considera, como es el orden de las realidades naturales. En segundo lugar, hay un orden que la razón produce en su propio acto al considerar algo, como por ejemplo cuando ordena entre sí sus conceptos, y los signos de los conceptos, que son las voces significativas. El tercero es el orden que la razón, al considerar, produce en las operaciones de la voluntad. Y el cuarto es el orden que la razón, al considerar, produce en las cosas exteriores, de las cuales ella es causa, como es el caso del arca o de la casa.
2 Y puesto que la consideración de la razón es perfeccionada por los hábitos, las ciencias se diversifican de acuerdo a estos diversos órdenes que es propio a la razón considerar. Así, a la filosofía natural corresponde conocer el orden de las cosas que la razón humana considera pero no produce; de este modo también a la metafísica la comprendemos dentro de la filosofía natural. En cambio, el orden que la razón al considerar produce en su propio acto, corresponde a la filosofía racional, de la cual es propio conocer el orden que las partes de la oración tienen entre sí, y el orden que los principios tienen entre sí y con respecto a las conclusiones. Por otra parte, el orden que la razón al considerar produce en las cosas exteriores constituidas por la razón humana, pertenece a las artes mecánicas. De este modo, en consecuencia, es propio de la filosofía moral, acerca de la cual versa la presente obra, considerar las operaciones humanas, según se ordenan entre sí y con respecto a un fin.
3 Llamo operaciones humanas a las que proceden de la voluntad del hombre según el orden de la razón. Pues si se encuentran en el hombre operaciones que no se someten a la voluntad y a la razón, no se llaman propiamente humanas, sino naturales, como es claro en el caso de las operaciones del alma vegetativa. Las cuales de ningún modo caen bajo la consideración de la filosofía moral. Así como el objeto de la filosofía natural es el movimiento, o la realidad móvil, así el objeto de la filosofía moral es la operación humana ordenada a un fin, o también el hombre en cuanto que actúa voluntariamente en razón de un fin.
4 Hay que tener en cuenta, por otra parte, que, puesto que el hombre por naturaleza es animal social, debido a que requiere para su vida de muchas cosas que él solo no puede preparar, naturalmente sea el hombre, en consecuencia, parte de alguna multitud por la cual obtenga auxilio para vivir bien. Este auxilio lo requiere para dos propósitos. Primero, para aquello que es necesario para la vida, sin lo cual la vida presente no puede ser sobrellevada: para esto el hombre es auxiliado por la multitud doméstica de la cual es parte. Todo hombre, en efecto, tiene de sus padres la generación, el alimento y la disciplina. Y en esto cada uno de los que son parte de la familia doméstica, se ayudan entre sí en lo necesario para la vida. Segundo, el hombre es también ayudado por la multitud de la cual es parte en orden a la suficiencia perfecta de la vida; es decir, en orden a que el hombre no sólo viva, sino que viva bien, disponiendo de todo aquello que le da suficiencia a la vida: y así el hombre es auxiliado por la multitud civil, de la cual él mismo es parte, no sólo en lo que respecta a las necesidades de la vida del cuerpo, para lo cual en la ciudad existen muchos medios que no pueden ser provistos por una sola casa, sino también en lo que tiene relación con la vida moral, en la medida en que, por ejemplo, por la pública potestad se ejerce coerción, por el miedo a la pena, sobre los jóvenes insolentes a quienes la amonestación paterna no puede corregir.
5 Hay que tener presente que este todo que es la multitud civil, o la familia doméstica, posee sólo unidad de orden, que no es unidad absoluta. Y, por consiguiente, la parte de este todo puede tener una operación que no sea operación del todo, tal como el soldado en el ejército tiene operaciones que no son del ejército en cuanto es un todo. Sin embargo, el mismo todo posee alguna operación que no es propia de alguna de las partes, sino del todo, como el entrar en batalla es de todo el ejército, o el mover la nave es operación de la multitud que la mueve. Hay otra clase de todo, que posee no sólo unidad de orden, sino de composición, o de coligación, o también de continuidad, la cual unidad es absoluta; por tanto en él no hay ninguna operación de la parte que no sea operación del todo. En un todo continuo, en efecto, es el mismo el movimiento del todo y el de la parte; y de manera semejante en lo compuesto, o en lo coligado, la operación de la parte es con prioridad operación del todo. Y por tanto es menester que a la misma ciencia pertenezca la consideración tanto del todo como de su parte. Sin embargo, no pertenece a la misma ciencia la consideración del todo que posee sólo unidad de orden, y la consideración de sus partes.
6 De ahí que la filosofía moral se divida en tres partes. De las cuales, la primera considera las operaciones de un hombre ordenadas al fin; a la que se la llama monástica. La segunda considera las operaciones de la multitud doméstica, y se la llama económica. La tercera considera las operaciones de la multitud civil, y se la llama política.
Exposición sobre los libros Políticos de Aristóteles
Proemio
1 Según enseña el Filósofo en el segundo libro de los Físicos, el arte imita a la naturaleza. La razón de ello es que, así como hay proporción entre los principios (de la naturaleza y del arte, respectivamente), así también la hay entre las operaciones y los efectos. Pues bien, el principio de aquello que es producido por el arte es el intelecto humano, el cual, según una cierta semejanza, deriva del intelecto divino, que es el principio de las cosas naturales. De lo cual se infiere que es necesario que las operaciones del arte imiten las operaciones de la naturaleza, y que aquello que es según arte imite a lo que es en la naturaleza. De este modo, cuando un instructor de algún arte realiza una obra, es preciso que el discípulo ponga atención en dicha obra, para que él mismo pueda operar a semejanza de aquél.
El intelecto humano, cuya luz inteligible deriva del intelecto divino, tiene necesidad, en aquello que hace, de ser informado por la observación de lo que se hace naturalmente, para actuar de manera semejante.
2 De aquí lo que dice el Filósofo: que si el arte produjese lo que hace la naturaleza, actuaría del mismo modo que ella. Y, por el contrario, si la naturaleza produjese las obras del arte, actuaría tal como lo hace el arte.
Sin embargo, el hecho es que la naturaleza no realiza lo que pertenece al arte; solamente prepara algunos principios, y procura en cierto modo a los artífices el ejemplar para su propio operar. El arte puede, en efecto, observar lo que es de la naturaleza, y usarlo para perfeccionar la obra propia, pero no puede realizarlo. De lo cual se manifiesta que la razón humana es solamente cognoscitiva de lo que es natural, y que, en cambio, es cognoscitiva y factiva de lo que corresponde al arte.
Por lo cual es menester que las ciencias humanas que versan acerca de las realidades naturales sean especulativas, y que las que versan sobre lo que el hombre produce sean prácticas, u operativas, según imitación de la naturaleza.
3 Ahora bien, la naturaleza procede, en su operación, desde lo simple a lo compuesto, de tal modo que, en las cosas naturales, lo más complejo es un todo perfecto, y es fin de lo demás. Así puede comprobarse en cualquier todo respecto de sus partes. Por ello, la razón humana operativa, al proceder desde lo simple a lo compuesto, va de lo imperfecto a lo perfecto.
4 Y como la razón humana tiene que disponer no sólo de lo que ha de estar en disposición de ser usado por el hombre, sino también de los mismos hombres que por la razón son regidos, en ambos aspectos procede desde lo simple a lo compuesto. En aquellas cosas ordenadas al uso del hombre, la razón opera tal como de la madera construye la nave, o de la madera y de la piedra la casa. Con los mismos hombres actúa según ordena a muchos de ellos en una sola comunidad.
Puesto que son distintos los grados y los órdenes de las comunidades humanas, la última es la comunidad política, ordenada a tener por sí misma la suficiencia de la vida humana. Por lo cual, entre todas las comunidades humanas, es ella la más perfecta. Ahora bien, dado que lo que se ordena al uso del hombre tiene al hombre como fin, y el fin es superior a lo que se ordena a él, es por tanto necesario que el todo que es la ciudad sea superior a cualquier otro todo que la razón pueda producir.
5 De lo dicho podemos sacar cuatro conclusiones acerca de la doctrina política, de la cual trata Aristóteles en este libro.
Primero, sobre la necesidad de esta ciencia. Es preciso, en efecto, que todo aquello que puede ser conocido por la razón, sea conducido por alguna doctrina a la perfección de la humana sabiduría llamada filosofía. Y como este todo que es la ciudad es objeto de un juicio de la razón, es necesario que para perfección de la filosofía haya una doctrina acerca de la ciudad, a la cual se la llama política, o ciencia civil.
6 En segundo lugar, podemos tener en cuenta el género de esta ciencia. Puesto que las ciencias prácticas se distinguen de las especulativas en que éstas se ordenan sólo al conocimiento de la verdad, y aquéllas, en cambio, a la obra, es necesario que la ciencia política esté comprendida en la filosofía práctica, ya que la ciudad es un cierto todo del cual la razón humana no sólo es cognoscitiva, sino también operativa.
La razón, según se ha visto, opera de dos maneras distintas. Una, al modo del que produce una obra, cuya operación pasa a una materia exterior; lo cual es propio de las artes llamadas mecánicas, como por ejemplo la de la fragua o la de la navegación, u otras semejantes. De otra manera opera de tal modo que su operación permanece en quien actúa, tal como es el deliberar, el elegir, el querer y otros actos semejantes que corresponden a la ciencia moral. Es claro que la ciencia política, que considera el ordenamiento de los hombres, no está contenida dentro de las ciencias productivas, que son las artes mecánicas, sino dentro de las activas, que son las ciencias morales.
7 En tercer término tenemos presente la dignidad de la política y su relación con las otras ciencias prácticas. La ciudad es, en efecto, lo más importante que la razón humana puede constituir, pues a ella se subordinan todas las comunidades humanas.
Por otra parte, todo aquello que entre las cosas es constituido por las artes mecánicas para uso de los hombres, a los hombres se ordena como a su fin. Por tanto, si la ciencia principal es la que trata de lo más noble y perfecto, es necesario que la política, entre todas las ciencias prácticas, sea la principal y arquitectónica respecto de las demás, por ser la que considera el bien último y perfecto de las cosas humanas.
8 Por último, en cuarto lugar podemos conocer el modo y el orden propios de esta ciencia. Las ciencias especulativas que consideran un cierto todo, a partir del examen de las partes y de los principios del mismo completan la noción del todo, poniendo en claro sus propiedades y operaciones. De la misma manera, esta ciencia, al considerar los principios y las partes de la ciudad, perfecciona el conocimiento de ésta al manifestar sus partes, sus propiedades y sus operaciones. Y puesto que es ciencia práctica, pone en claro además de qué modo puede ser realizado lo singular y concreto; lo cual es necesario en toda ciencia práctica.
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